jueves, 9 de julio de 2020

Ya estamos corriendo los de siempre




La frase más escuchada desde el 2 de mayo, “ahora le ha dado a todo el mundo por correr”, en menos de dos meses la hemos cambiado por la de “ahora ya estamos corriendo los de siempre”, y es que tras el confinamiento, los primeros días en los que se podía hacer deporte, parecía como si estuviesen grabando una película, de esas de muchos extras, y hubiesen colocado a cientos de corredores en las calles, con la absoluta frustración de los que ya lo éramos antes de la pandemia, que vimos cómo el espacio que nos permitían se limitaba bastante, si queríamos hacer deporte y guardar la oportuna distancia de seguridad. También ha ayudado a la reducción selectiva el calor, que no es buen aliado para el running, y más aún si se es principiante.

Quejarnos, ni servía para nada ni resultaba oportuno, cualquiera tiene derecho a comenzar a correr en el momento que lo desee, hacerlo con cabeza y sentido común es lo aconsejable. No son tan diferentes la mayoría de los novatos de ahora de nosotros, los de otros tiempos, seguramente muchos comenzásemos también con más fallos que aciertos, la gran diferencia es que cuando nos decidimos alguno de nosotros casi ni se notaba, éramos uno..., dos nuevos... en una amplia zona y horario.

Lo que conviene tener claro, es que ser corredor tiene sus reglas, nadie nos las entrega el primer día que nos calzamos unas zapatillas, ni las vamos a encontrar colgadas por los árboles del parque, respeto hacia los demás, no molestar, no dañar el medio ambiente, y no creernos dueños de nada, ni superiores a otros aunque salgan a hacer sus kilómetros con chándal o zapatillas de paseo. Y esas reglas parecen no acompañarnos a todos, mientras muchos corredores de antes, nos hemos marginado a arcenes y carreteras poco transitadas, por no molestar, por no incomodar al resto de personas por correr sin mascarilla, otros, de ahora, y también de antes claro, se creen con todo el derecho a pasar casi rozando y a ir adelantando bien pegados a los que caminan por las aceras... Para mí los que son para quitarles el carnet y todos los puntos, son ese reducto que va escupiendo por todas partes. También los que se empeñan en competir con quienes se cruzan, o avistan, y se van acercando molestamente con la clara intención de pasar cerquísima y colocarse justo delante para comprobar si les adelantan o logran ir en avanzadilla del otro corredor un buen rato. Además de ser un peligro, son muy tontos. Las intenciones ya se les intuyen desde lejos. En contraposición, admiro a quienes corren con mascarilla por el parque con un calor sofocante mientras aún da el sol por parte de su recorrido, y más incluso a quienes lo hacen con ella puesta por calles solitarias de noche. 




En estos momentos andamos mezclados los unos con los otros, y saber si los corredores de antes seguimos todos en activo, en estos momentos, es complicado, sin carreras, van disminuyendo las publicaciones en redes y probablemente también lo hace nuestro interés por mirarlas. Me gusta pensar que todos a los que os conozco continuaréis ahí, hasta que reaparezcan las competiciones, tal y como eran hasta marzo de este año, o mejoradas, o podamos montar esas quedadas solidarias, divertidas y que unían tanto. No se trata tanto de ser corredor viejo o pertenecer a la hornada del Covid-19, se trata más bien de comprender qué es este deporte, lo que nos ofrece y el vacío y el ansia por recuperarlo que nos entra cuando lo perdemos. Mirar a un corredor, solitario, avanzando, escuchar sus pisadas, y seguirle con la mirada hasta que desaparece de nuestra vista, comprendiendo todo, sin saber nada en absoluto de esa persona, pero sabes que os une algo, y un cosquilleo interno te alegra de que haya más locos como tú por ahí.

Mi mundo ya pegó un gran vuelco dos veces, por edad y por comodidad, principalmente, pensé que se quedaría tal y como lo conocía durante muchos... muchos años, en todo caso, con leves variaciones y ha tenido que llegar un virus para que mirando atrás, no sepa si deseo recuperar todo lo que tenía antes de él. Hay cosas que directamente las he dejado volar, otras las tengo tan sueltas que me da igual si se queden atrás, porque no voy a volver a recogerlas, y están las que añoro, en las que no pienso demasiado porque me atrapa la tristeza, y aún así, sé que no puedo luchar por traerlas hasta mí. Ahora hago menos kilómetros pero entreno más días a la semana. Del postureo casi diario y las largas publicaciones paso a la clandestinidad, a correr sin llamar la atención, a ser poco visible, a recorrer feliz zonas poco bonitas, a no tener prisa por recuperar las mías de antes, a darme cuenta de que tanto no querer tener ataduras vivimos prisioneros de unas redes que llevan más caudal de mentira que de verdad, en las que si no estás a diario haciendo equilibrios sobre peldaños inestables ves cómo se te mueve la escalera con el riesgo de caer y perder todo el tiempo que invertiste en hacer que tu perfil subiera. Me sigue asombrando la gente preocupada por publicar lo que fuese durante el confinamiento, lo mismo daba un entrenamiento en el salón, que el primer pan casero.. Hay etapas en las que lo que corresponde es analizar, valorar y priorizar lo que conservamos o perdemos.

Se impone un gran cambio, ha llegado pese a que no nos guste, al no saber cómo afrontarlo, nos hemos quedado en el mismo lugar en el que estábamos y nos rallamos repitiendo que queremos recuperar todo lo anterior de nuestras vidas, tratando de seguir haciendo lo de todos los días.

Ahora veremos cuántos somos corredores de los de siempre, cuando haya que salir a las calles con frío o con calor, y no sea para contar a todas horas que es porque preparamos nuestra carrera del año.

Correr es una droga, pero inflar el ego también lo es, ahora sí que va a caer el número de corredores al no haber carreras populares, si no se va a poder publicar para ganar los likes, si no habrá aplausos por una buena carrera, y no se será protagonista por un día ¿merecerá igualmente esforzarnos tanto?

Yo me he quitado de una adicción, he colocado mi ego a germinar, y resulta que tengo más tiempo para disfrutar cuando corro de verdad, para mí, sin que nadie más lo sepa, está genial dejar de pensar en lo que les gusta a los demás y sacar más lo que nos gusta a cada uno, que por supuesto, no tiene que coincidir con la mayoría, y si a muchos os dio por comenzar a correr porque escuchasteis que correr es lo más, que correr te cambia la vida, que no se puede vivir sin correr... como a ti no te enganche..., créeme, tienes bastante difícil permanecer en el tiempo y no serás nunca un corredor de los de siempre, porque este deporte tan pronto te tiene feliz en la cima de tu mejor forma, como te arrastra sin miramiento por la frustración de los días malos o las lesiones. 





María Caballero
@MCG66Madrid
@mariacaballerogarcia




sábado, 30 de mayo de 2020

Las carreras futuras y dorsales para todos




Llegan aires de los organizadores de carreras que no concuerdan con la prudencia que no cesan de lanzarnos sobre el peligro de acelerarnos en la desescalada y olvidar por el camino las medidas de protección individual. La incertidumbre no es buena para organizar nada. Hace unos meses, carreras pequeñas no entraron en el juego del baile de fechas y directamente suspendieron y se despidieron hasta 2021, con el peligro que supone para su futuro, en cuanto a continuidad y supervivencia. Cada una de ellas las tengo anotadas, y participaré en cuanto regresen y se puedan celebrar con total seguridad, porque en momentos revueltos, pusieron cordura.

En cambio muchos grandes eventos no han dado ni un paso atrás, y ahí permanecen posicionados, asegurando que en unos meses sus pruebas verán la luz y acometerán todos los cambios que sean necesarios, con lo que ello puede suponer de gran sobrecoste, y proponiendo ideas poco atractivas como salidas en oleadas en las que habrá que estar varias horas aguardando hasta que nos toque comenzar a correr. Hay maratones que sí han colgado el hasta el próximo año, y a esperar a ver cómo evoluciona todo.

Los grandes organizadores han debido saber leer entre líneas, y bucear en las redes y capturar comentarios y deseos de aquí y de allá. Incluso la revista "Corredor" ya tiene los resultados de su encuesta publicados:

“El 86,18% de los corredores participará en carreras populares cuando se permitan los eventos al aire libre, aunque no exista una vacuna contra la COVID-19. De ellos, el 67,62% están dispuestos a correr en pruebas de todo tipo, mientras que un 13,15% prefiere participar solo en eventos de menos de 1.000 inscritos. Un 3,16% optará por las pruebas con menos de 3.000 participantes y un 2,26% por aquellas citas en las que el límite máximo de deportistas sea de 5.000”.

También me he pasado algunas horas leyendo opiniones principalmente en twitter y facebook y mi conclusión es que una amplia mayoría participarían este domingo mismo en una carrera sin preocuparse demasiado de medidas o consecuencias y que otra gran parte creerían a la organización simplemente si escriben la frase de segura 100%. Igualmente existe un porcentaje de los que no creemos que participemos en carreras en los próximos meses.

De lo que no hay duda es de que hay ganas de carreras populares y de colgarse un dorsal, y esto las organizaciones lo saben, y con reclamos como abrimos inscripciones, en tal mes celebramos nuestra prueba, ya tenemos fecha, sin límite de participantes, incluso más participación que en años anteriores... logran tentar y atraer a su público.

Hemos pasado del rollo de cómo es posible que no nos dejen correr solos durante el confinamiento, a seguro que en septiembre u octubre ya se celebran carreras.

A mí todo esto me huele a una forma de conseguir ingresos, tener asegurado el dinero de las inscripciones y después ya serán los ayuntamientos o Sanidad quienes prohíban las carreras y los organizadores quedarán exculpados por no poder celebrar la prueba que prometían. Es una forma de asegurarse la supervivencia en estos malos tiempos que nos acompañan.



María Caballero


martes, 19 de mayo de 2020

El odio hacia los runners y la lucha por el poder





Gente descontenta con nosotros ya existía, no nos vamos a engañar, quienes viven en la zona centro de Madrid, y cada fin de semana ven sus calles llenas de corredores, los autobuses desviados de sus paradas y la imposibilidad de sacar sus coches de donde estaban aparcados, mucha simpatía no nos tenían. Junto a los gritos del público y sus frases de aliento, seguro que todos hemos escuchado también alguna frase hiriente: que os lleven al campo a correr y os dejen allí una semana sin comer, deberían abrir la veda con vosotros como con los conejos, vagos, maleantes... son todas reales.

Por la calle, entrenando, nunca he sentido animadversión por parte de quienes me rodeaban, muy al contrario, bromas y ánimos no me han faltado por parques y caminos. Y en dos meses y pico todo ha cambiado, demasiado.

Tanto insistir las autoridades sanitarias en que como respiramos fuerte y suponemos un peligro debemos mantener entre nosotros, y con el resto de la población, hasta diez metros de separación por seguridad (que hay que hacerlo), terminaremos escuchando a nuestro alrededor "que viene el lobo".

Mi hermana el viernes al volver de andar, sale muy temprano, me soltó: "hay mucha gente, grupos haciendo lo que les da la gana, los corredores son lo peor, y de los ciclistas ni hablo". A mí me dolió pertenecer a un grupo que sea lo peor.

Y es que hemos salido con mucha hambre de kms, de perseguir ritmos, de lograr victorias personales, olvidando lo esencial, el respeto, las normas, que incluso sin gustarnos son las que tenemos, y están para todos, no podemos correr como tanques, dando miedo para que nos regalen espacio, no somos dueños, ni siquiera inquilinos del poco espacio libre en nuestra zona, ahora, las calles son de todos y de nadie, porque si el resto no quieren compartirlas luchar por su conquista, al menos para mí, no tiene sentido. Paciencia, y en estas semanas, hacer lo que podamos, sin caer en ser peores, o iguales que quienes no nos gustan. Hay zonas de Madrid muy complicadas, de parques pequeños, rodeados de aceras muy estrechas y numerosa población. Ahora que no hay carreras, igualmente hay sueños con metas, y el mío anda por la Fase 2, en la que se podrá hacer deporte a cualquier hora, menos en las reservadas a los mayores, y ahí aparecerá la felicidad, porque serán pocos los que madruguen para correr, como bien sabemos los de antes, o recuperaremos las solitarias horas del mediodía, que con eso de que hace calor, nos las quedaremos una minoría.

Nunca he entendido la antideportividad, en estos tiempos tenemos la oportunidad de ser mejores corredores, y que la frase correr es otra cosa, no se caiga a pedazos, si podemos correr como campeones, no lo hagamos como un mal ejemplo.




María Caballero





martes, 12 de mayo de 2020

Correr por placer y el placer de poder correr





Los lunes nunca fueron buenos días para el deporte, les desbancan los sábados y domingos, lo que no sé es si la gente ya ha abandonado, tan solo una semana después de propósitos y ganas, o que la mañana gris y fresca no ha invitado a muchos a tirarse a las calles, o que madrugar no mola tanto, y mejor dejamos para la franja de la tarde el ponernos en forma.

Espejismo o realidad, me ha hecho feliz. ¡Cómo puede cambiar una situación en unos pocos días! Nada más alejarme de mi calle se palpaba la tranquilidad, ese silencio humano, rasgado por esos ruidos que a ratos ni percibimos, el camión de la basura, el autobús que se aleja, el repartidor de... he logrado completar 10kms lineales, sin verme obligada a ser hamster. Avanzaba abandonada de la preocupación del esquive, del sube y baja dejando la acera para retomarla unos metros después. Me he reencontrado con las cuestas, un regalo tras meses de pisar tan solo suelos completamente lisos. Me he asomado esquiva a una paseo, que efectivamente, contenía cual enjambre a los que habían abandonado la cama igualmente temprano. Nuevamente me sorprende el gusto que tiene alguna gente por ensamblarse a otras piezas a las que ni conocen.

He corrido en un parque pequeñajo que hoy nadie quería, el jueves, aún precintado, lleno de gente, esta mañana me lo he quedado con alegría.

Me ha puesto un poco triste no tener las piernas en estos momentos para 15, ó 20kms, y poder disfrutar un poco más de la mañana, no sé si volveré a encontrar un momento igual, o pasarán semanas hasta que logre otro similar. Degradada de maratoniana a principiante tras 50 y pico días sin entrenar, con mi tonto ritmo de 6m/km he visto a gente que lo van a correr todo en un par de semanas, después pararán de nuevo por molestias, o abandonarán sin más, no consiste en salir siendo lo que somos, si no salir siendo cómo estamos ahora, en febrero corrí el maratón de Sevilla, hoy vuelvo hacia atrás como corredora e iré avanzando poco a poco, da igual lo que tarde en llegar de nuevo a la casilla del 42.





María Caballero






Correr no era esto. Primeros kms tras el confinamiento





A veces no tenemos ni idea de lo que realmente echamos de menos algo hasta que volvemos a recuperarlo. Creía que no añoraba correr, pasó de ser prioridad a simple recuerdo, nunca había estado parada desde mi inicio, nunca detuve la mente durante tanto tiempo sin pensar en el dónde o en los kilómetros que haría. En cuanto comunicaron que estaría permitido hacer deporte de nuevo en el exterior, todo estalló, se me revolucionó la paciencia, renació el deseo y todo era querer. Tuve paciencia y no salí ni el sábado 2 de mayo, ni el domingo, sabía que la gente tras varios meses de confinamiento inundarían las calles, como así fue.

¡Qué nervios, comprobando si el GPS tenía carga, eligiendo la ropa, sacando, por fin, otra vez las zapatillas de su caja! Parecía mi primera carrera, el día antes de un maratón...!

El lunes salí temprano, en la franja horaria que nos han marcado para el deporte, no imaginaba que encontraría a tanta gente en la calle en un deambular constante. Ni sabía que en mi zona vivían todas esas personas. Nunca las había visto todas juntas a un tiempo. Antes, lo bueno de madrugar era que no había casi nadie corriendo. Ahora que mucha gente no va a trabajar, todo es diferente. Con los parques cerrados por el Ayuntamiento de Madrid se complica guardar la distancia de seguridad y no tener la sensación de estar apelotonados.

No tuve un momento épico, ni sensación de libertad, ni alegría por retomar, ni siquiera me gustó correr. A cambio sentí mucha ansiedad, grandes dudas de si había hecho bien saliendo y un agobio inmenso, porque mucha gente iba completamente a lo suyo, sin reparar si se encontraba más o menos cerca del resto. Conozco el barrio, y sé un poco sobre la gente, la mayoría son incapaces de crear sus lugares, acostumbrados a que les monten paseos, avenidas, parques, plazas. Además, ansían ser masa, aglomeración, concurrencia, con lo bonito que es la soledad entre el bullicio, ser isla en un mar de gentes.

Logré apartarme, casi en solitario salieron 9kms de vueltas y vueltas a varios cuadrados de unas urbanizaciones, que al menos están rodeadas de jardines y algo de vegetación sí tuve entre tanto ladrillo, aunque de lejos. Y correr para mí sí era esto, aunque pocos lo entiendan, había días que entrenaba así un maratón, y dar vueltas no me importó en absoluto, se me fue diluyendo el miedo y las piernas iban bien, tanto que ni una agujeta, ni una molestia, y el jueves me regalé otros 10kms, en el mismo lugar, pero ya con más gente dando vueltas como yo, y es que en cuanto te descuidas ya te han copiado, o te han arrebatado tu pequeño paraíso de asfalto, hoy lunes 11 tocará ir de nuevo a descubrir nuevos lugares conocidos en un pasado.





María Caballero




sábado, 9 de mayo de 2020

Las fases de la desescalada y el peligro de estancarse




Las fases de la desescalada y el peligro de estancarse.

Las Comunidades que no han pasado de la fase 0 algo tendrán que hacer para cumplir los objetivos que se han marcado por el Gobierno, da la sensación de que estemos esperando a que salga ganadora nuestra bola en un sorteo. Madrid, que es mi ciudad, debería tener desde anoche mismo medidas o actuaciones para asegurarnos que en una semana podamos estar en la fase 1.

Los ciudadanos también debemos luchar para que nuestra Comunidad avance. Unos pocos incumpliendo las normas son insolidarios, miles, son un peligro y un lastre. Incluso los que siguen conservando sus empleos, cobrando sueldos, con negocios funcionando estos meses de estado de alarma... tienen la responsabilidad de que no nos quedemos rezagados y de que nuestra región no se vea empobrecida y ruinosa. Volverán los desahucios, el paro, la mendicidad, locales cerrados... y eso indirectamente nos afectará a todos. El buenismo de la clase política ya lo hemos vivido con anterioridad, se suele quedar en nada, o en para pocos.

Los políticos serán responsables y/o culpables. Los ciudadanos seremos responsables y/o culpables, de no protegernos, y proteger a quienes nos rodean, de relajarnos y dejar de cumplir las normas, eso sí debemos seguir haciéndolo todos, luchar, y luchar y no esperar a que todas las soluciones nos vengan de fuera, las que tenemos en nuestras manos no debemos olvidarlas y si Madrid nos duele y nos importa, que sea en toda su extensión y no solo en nuestra casa, nuestra calle..., que no nos preocupe solo nuestra familia, ahí fuera también hay familias que les importan a otros.




María Caballero





jueves, 30 de abril de 2020

Corriendo hacia la nueva normalidad






Siempre consideramos que los normales somos nosotros, y de igual forma, lo que hacemos, lo vemos tan normal ¿y si de pronto todo cambia?

Es curioso cómo en épocas de crisis o desastres naturales aparecen y se generalizan términos que incluso dan un poco de grima, y sin embargo se imponen y terminamos incorporando sin más, como sucede con la nueva normalidad, que de entrada, lo único que me provoca es rechazo. Si a lo que tenemos que vivir a partir de ahora debemos bautizarlo, para mí será más bien la nueva realidad, más cruda, más dura y sin el halo envolvente de lo que desean hacernos creer que será normal.

Porque me niego a que sea normal vivir con desconfianza, miedo o temor a que el virus repunte y volvamos a la casilla de salida, o a muchos puestos atrás, y se disparen de nuevo los contagios y muertes.

Porque no podemos normalizar que unos cientos de muertos diarios sean buenas noticias, cuando lo único bueno es el cero.

Porque va a ser muy duro asumir que si tú haces mal las cosas me puede tocar enfermar a mí o a mi familia, y si lo hago yo ¿a cuántos puedo perjudicar?

Porque llamamos ilusos a quienes ansían un golpe de suerte en juegos de azar, y ahora vivimos pendientes de la ruleta que logre sacar como premio gordo una vacuna o un tratamiento, y mientras, nos preocupamos cada día más de que nos devuelvan nuestras personales normalidades, sin mirar aún de frente a la crisis económica que nos acecha y con la que nos encontraremos de cara más pronto que tarde, o la abultada deuda que ha generado toda la crisis sanitaria.

El ser humano posee una autodefensa comprensible solo para cada uno de nosotros, y así, muchos planean (de momento esperaré), como si fuese su cumpleaños, o el primer día de vacaciones, cómo será el regreso a correr en la calle tras tantos días sin poder hacerlo; o el cambio que van a pegar cuando, por fin, reabran las peluquerías, y luzcan corte de pelo nuevo, tinte incluido y manicura francesa; o simplemente, pasear, sin tener que llevar una bolsa de compra colgando del brazo.

Cualquier cosa que nos haga seguir adelante, bienvenida sea, a cada uno nos tocará vivir nuestra personal normalidad, dentro del derrumbe de todo lo que considerábamos normal hasta hace muy poco.




María Caballero





jueves, 23 de abril de 2020

Clases de política y políticos sin clase





Todavía habrá quien afirme que se aburre durante el confinamiento, con lo que nos amenizan nuestros políticos y gabinetes de expertos, van a desbancar a series, culebrones y programas de entretenimiento, y lo que es más triste, con un mal guion y con peores actores.

Al principio del encierro me propuse confiar, no ser crítica y hacer todo lo que estuviese en mi mano para ayudar, no ser un peligro y, por supuesto, no empeorar la situación, al menos la de mi alrededor. Las dos primeras terminaron en la basura hace tiempo. La tercera no nos queda más remedio que seguir con ella y cuidarnos y cuidar de no contagiarnos ni contagiar.

Si quienes suponemos que atesoran la información buena, esa de primera mano, la calentita, la que a todos nos gustaría tener van como locos al volante sin frenos ni casco ¿cómo vamos a ir los pobres ciudadanos a los que nos llega información manoseada, tergiversada o tamizada? Pues claramente, como podamos o sepamos o según nos pille el día.

Las malas situaciones siempre tienden a empeorar. Y si quienes poseen las llaves ni siquiera son capaces de abrir las puertas en el momento oportuno, se encontrarán con un tropel de gente queriendo salir por su santa voluntad, o lo que se traduce en que al final la gente se termina cansando y sale y hace lo que le parece o no debe.

De no necesitarse salir con mascarillas a la obligatoriedad en unas semanas. Que vamos a comenzar a hacer tests, ¡oye que aún no! Desinfecta los zapatos al llegar a casa, ¿y eso para qué?, (risa de medio lado), mientras desinfectan aceras y carreteras cercanas a centros de salud, hospitales... Los niños saldrán a la calle a acompañar a sus padres a hacer la compra, a la farmacia o al banco, ¡eh tú, que la gente anda como loca con la medida! Bueno... entonces que salgan una hora todos los días y pueden correr, llevar pelotas y monopatines (lo más adecuado para controlar a los críos), siempre en el ratio de un kilómetro del hogar (y si en esas calles hay muchos niños turnos como en la carnicería o masificación y lío), podrán ir acompañados de sus padres o un hermano mayor (¿entonces si les apetece bajan solos a la calle? No, siempre con los padres. ¡Pues cambia de verbo!).

Claramente lo que lleva paréntesis son mis puntualizaciones de mi rueda de prensa particular.

Y por último uno de mis capítulos favorito, la venta de mascarillas y gel hidroalcoholico, desaparecidos e inexistentes semanas antes del confinamiento y justo cuando el Gobierno fija un precio máximo, las farmacias con sus trastiendas y almacenes a rebosar, comprados los lotes a un precio muy superior al fijado y amenazan con no vender los productos porque aseguran perderán dinero. Mientras, en otra España paralela, tímidamente, reabren nuevamente los comercios de alimentación los ciudadanos chinos y regalan una mascarilla al cliente que va a comprar a su tienda, al final se cumple el dicho de mi madre de que dinero que te gastas en comer te lo ahorras en farmacia, y es que si por una barra de pan dan una mascarilla gratis, van a lograr el precio más bajo de este objeto.










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viernes, 17 de abril de 2020

Es hora de pedir, aunque no te den



Los Gobiernos no son sordos, ni ciegos, nunca he hablado de política en público, ni hoy será el día en el que comience a hacerlo. En lo que he pensado es en eso tan trillado del que no llora no mama. Solo nos hace falta sentarnos delante de la tele, conectar la radio, o leer la prensa para darnos cuenta de que nuestros políticos, a la ya larga lista de todo lo prioritario y esencial que tienen que resolver van añadiendo las demandas o deseos de los que más lata dan para evitar revoluciones en un momento en el que lo que nos conviene a todos es estar tranquilos y en casa.

Por ello se rompen la cabeza tratando de encontrar la mejor forma de que los niños salgan a la calle, sin ponerlos en riesgo ni empeorar la situación actual. Los padres, profesores, psicólogos... y los propios niños han logrado que sus quejas se escuchen.

Otro dolor fuerte de cabeza para ellos son los deportistas no profesionales, que no solo hemos comprobado que podemos ser multados si salimos a hacer deporte, sino también que con toda seguridad no veremos competiciones populares en mucho tiempo. Y ahí andan trazando un buen plan para que podamos salir, sin masificar zonas, y sin contagiar o contagiarnos en tres entrenamientos. Y aquí se unen los que defienden que el caminar es deporte, que no perdieron su oportunidad de subirse al carro de las demandas. Y los paseantes, que aunque su paso sea lento o moderado exigen sus derechos.

El problema llega cuando no se es niño, ni corredor, ciclista, patinador, caminante... y claramente también se tiene todo el derecho a salir, de forma ociosa, y no solo para ir a trabajar, comprar, al banco o a la farmacia. ¿Si eres fotógrafo urbano tendrás tu día y hora para poder estar en la calle? ¿Podrás bajar a hacer yoga o taichi en un jardín? Probablemente no, porque te has quedado en esa parte silenciosa que cuando hubo oportunidad de poner nerviosos a los políticos no manifestaste tus necesidades, o no formaste un gran grupo de quejicas.

Al final se formarán guetos, incendiando ánimos, enfrentando a los que sí pueden contra los que no pueden hacer lo que les gusta y apetece en el exterior, y así me ha dado por pensar en un carnet, para fichar en la calle, y que todos tengamos nuestro rato para salir y hacer lo que nos dé la gana, en diferentes horas, días... para evitar aglomeraciones y poder seguir con la distancia de seguridad y que al siguiente grupo con derecho a salir no le pongan verde como ocurre actualmente con el de los perros.







María Caballero




domingo, 12 de abril de 2020

¿Café a las 5?





Mientras charlamos, mi amigo me suelta que me va a apuntar para un café sin falta en cuanto salgamos de ésta. Llevamos varios años con uno pendiente que nunca llegó, no sé si por no tener tiempo o por no sacar ganas. Hoy nos tomaríamos con gusto uno de esos malillos, muy aguados, con color clarito, incluso sin azúcar, en un bareto de olor a rancio y luz mortecina, nos parecería el mejor manjar de palacio. Pese a la no coincidencia en espacios nos une más de lo que nos separa, un día sacamos intimidades, miedos y rabias que casi nadie sabe, y no fruto del alcohol, fue gracias a la luna y a paseos infinitos que no tenían destino pero sí sentido, porque cuando la charla es buena, da igual darle cuatro vueltas completas a la Gran Vía a las dos de la madrugada, lo que cuesta es dejar de hacerlo y que se rompa el hechizo.

A ver si nos vemos, a ver si quedamos... íbamos soltando todos, deseos en el fondo del tintero que nunca fueron, quebrados en un parón, detenidos por un confinamiento que rima con resentimiento y también con agradecimiento, hacia esos cafés eternos que empiezan a las cinco y duran hasta las siete, que nos han salvado de más de un naufragio emocional, delante de los cuales hemos anunciado buenas noticias, inventado planes, reído hasta el dolor o disfrutado de los primeros tímidos rayos de sol primaveral.

A mí apúntame al primer café que podamos tomarnos fuera juntos, bien caliente, muy cargado, al café invito yo, tú vente con la charla y la paciencia suficiente para que ese negro café nos dure dos horas o tres.






María Caballero
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